Tras unas cinco horas de autobús llegamos a Pokhara. El viaje fue largo pero los paisajes son una pasada. Todo completamente verde, muy abrupto y con agua por todos lados. Los ríos son enormes y todo está plagado de arrozales.
Como en la India, nos intentaron asaltar para que cogiésemos un taxi, pero aquí no eran tan pesaros y nos zafamos de ellos mucho más fácil y con un tono más educado. Fuimos andando, pues el hostel que buscábamos no estaba muy lejos. Era el Peace Eye Ghuest House que venía en la lonely planet. Todo un acierto de hostel, completamente recomendable.
En las escaleras había una bascula y no nos pudimos resistir a pesarnos ya que nos habíamos pesado justo el día de antes de salir de Madrid. En las dos semanas en la India había perdido 6 kilos y Patri otros tantos. Yo pensaba que estaba mal la báscula pero luego comprobamos que estaba bien. Vaya tipillo oiga !!
Tras dejar las cosas estuvimos hablando con el encargado del hotel, un chaval majísimo que nos estuvo ayudando continuamente durante todos los días que estuvimos por allí. Nos comento la opción de hacer el trekking del campo base del Annapurna que era más corto.
Nos fuimos a pensarlo y a comprar cosas ya que no habíamos llevado nada de equipo. Unos ponchos, alguna chaqueta, unos plumíferos, etc. La verdad es que si te gusta la montaña y por lo tanto la ropa y/o material de montaña, es para volverse loco, jeje. Yo porque iba con la parienta, sino me hubiese gastado el sueldo de dos meses.
También estuvimos comiendo algo en una pizzería que teníamos al lado, que teníamos gana de comida más occidental. Patri comió poco, no estaba muy fina.
Después estuvimos sacando el permiso para entrar en el parque de los Annapurnas, y el permiso por ir sin guía (que desde este año hay que pagar). Fueron unos 35 € por cabeza. Un buen palo.
El día siguiente lo dedicamos también a hacer compras y a última hora dejamos lo que no necesitaríamos en el hostel y cogimos un taxi al cercano pueblo de Phedi que es donde comienza el trekking. Lo de pueblo es por decir algo porque son 4 cabañas en las que venden algo para beber, y nada más.
Comenzamos el trekking para ir a dormir al primer pueblo, Dhampus, y así quitarnos ya un trozo. El camino era precioso pero para Patri fue un infierno. Llevaba dos días con el estomago bastante jorobado y casi sin comer. Por el camino iba con dolor de cabeza, nauseas y la flojera de no tener comida en el cuerpo.
A un ritmo más que lento llegamos a Dhampus, en donde éramos los únicos alojados. Nos dieron una magnifica habitación con baño por un precio ridículo y Rocío y Lara fueron a cenar. Patri no podía comer y yo me encontraba raro así que tampoco cene por si acaso, prefería aguantarme y desayunar bien.
Al irse a quitar la ropa Patri se encontró una sanguijuela en el pantalón y hubo un momento de histeria colectiva. Luego vimos otra en el techo. Sabíamos que estábamos en territorio de sanguijuelas pero eran las primeras y bueno…nos dio la locura tonta. Con esto nos fuimos a la cama y creo que todos tuvimos pesadillas con sanguijuelas, que tontos…jeje.
A la mañana siguiente subimos a desayunar todos menos Patri que seguía con su ayuno. Pedimos tostadas y nos hicieron el pan en el momento, más fresco imposible pero eso sí, hay que ir sin prisas que lleva su tiempo el que te hagan la masa y la horneen.
Se había tirado toda la noche lloviendo y seguía haciéndolo. No tenía pinta de escampar así que le pusimos las fundas a las mochilas, los ponchos por encima y echamos a andar. Estábamos metidos en las nubes y no se veía a más de 20 metros.
Poco a poco fuimos avanzando bajo la intensa lluvia. Así llegamos a Pothana en donde ya fuimos conscientes de que llevábamos los pies llenos de sanguijuelas. Es muy desagradable el tema de las sanguijuelas. Son unos bichos extremadamente difíciles de matar por lo elásticos y babosos que son y te tienes que contentar con quitártelos de encima, que tampoco era fácil.
Se nos subían por los pies y en cuanto sobrepasaban el calcetín se enganchaban. También terminamos quitándonos alguna del cuello o incluso la mejilla que habían llegado a través de la capucha del poncho. Nos las quitábamos apretándolas con las uñas muy fuerte, hasta que se soltaban. Después fuimos descubriendo truquillos.
En vez de ir con el poncho que llevábamos es mejor ir con un pantalón corto y sin poncho, con un paraguas. El poncho solo era una tela que iba tocando todo y a la que se subían estos bichillos. Cuanto más ligero de ropa vayas es más difícil que se suban y la que lo haga se ve mejor.
También vimos que el truco de los nepalís es llevar un saquito del tamaño de una nuez hecho con un trozo de tela y lleno de sal. Este saquito, algo húmedo, se lo pegabas a la sanguijuela que fuera y se soltaba rápido. Había que intentar no pisar hierba pues es donde más están, intentando ir pisando solo piedras. De todas formas fuimos todo el día con las piernas acribilladas y no te queda otra que acostumbrarte. Hacen una picadura minúscula, que a veces ni siquiera sientes porque su mordedura lleva anestésico. Si la llegas a notar es como si te picase un mosquito. El tema es que tienen anticoagulante y aunque se sangra gotita a gotita por las picaduras, pueden pasar horas hasta que coagule así que al final te manchas de sangre el pantalón o lo que sea y es un poco escandaloso.
Lara y Rocío finalmente compraron en un pueblo de los que encontraron una bolsa de sal y se llenaron las botas de ella. Y las sanguijuelas acabaron.
Cuando estábamos muy cerca de Tolka Patri iba como un alma en pena. Su ayuno de dos días le estaba pasando factura y no tenía pinta de encontrarse bien como para empezar a comer, así que solo podía ir a peor. Esto nos hacia ir lentísimos. Así no llegaríamos, ella lo iba pasando muy mal y junto con la continua lluvia y niebla hacían que todo se estuviese convirtiendo en una pesadilla para ella así que tras un rato debatiendo decidimos dar por finalizado nuestro trekking y darnos la vuelta.
Fue una pena. Al final ni un trekking ni otro. Nos volveríamos de Nepal con las manos vacías en ese sentido, pero ya habrá otra ocasión. Pensamos que sería mejor así, a recordarlo como una pesadilla. Así que Lara y Rocío continuaron y nosotros nos dimos la vuelta. Ahora a toro pasado estoy más que convencido de que tomamos la decisión correcta.
Tras varias horas llegamos de nuevo a Dhampus, donde habíamos dormido esa noche. Ella no se veía capaz de dar un paso más así que dejamos para el día siguiente lo de terminar de descender. La gente del hostel nos pidió que esperásemos un segundo mientras arreglaban la habitación que habíamos dejado esa misma noche (que era la mejor que tenían). Tras un ratillo limpiándola nos volvimos a instalar. La verdad es que estaba todo muy limpio y esta gente era muy agradable.
El quitarnos la ropa se convirtió en todo un ritual. Íbamos pieza a pieza revisándola concienzudamente quitando las sanguijuelas que tuviese. A pesar de revisar varias veces cada pieza, al cabo del rato vimos varias sanguijuelas más en la ropa. Son extremadamente pequeñas y escurridizas. Cuando aún no han chupado nada de sangre son como medio grano de arroz y son difíciles de ver. Tras todo el día peleándonos con ellas ya no nos daban tanto pánico y habíamos empezado a acostumbrarnos, pero son unos bichos horriblemente asquerosos.
Nos dimos una buena ducha y yo me fui a cenar un riquísimo chow mein. Patri seguía a «régimen». Y a dormir que había sido un día largo.
Al día siguiente nos levantamos tranquilamente, desayuné y enfilamos el camino hasta Phedi que es donde nos dejo el taxi al venir y donde cogeríamos un supuesto autobús que pasa cada media hora y nos llevaría de nuevo a Pokhara. Ese día seguía igual de feo y nublado pero por lo menos no llovía.
La bajada de 30 minutos se convirtió en hora y pico. Patri no tenía fuerzas ni para respirar y yo poco podía hacer a parte de llevar también su mochila. Me comentaron varios nepalís que parecía uno de ellos, y con las dos mochilas cargadas estaba hecho todo un sherpa.
Finalmente legamos a la carretera, pregunto por el autobús y me dicen que no hay. ¿Cómo? ¿Por qué?… no me llegue a enterar. Así que solo quedaba la opción del taxi. Le pregunte a una mujer si podía llamar a Pokhara para que viniese un taxi y tras llamar la respuesta fue que no había taxis…. pero bueno!!!!
Después nos enteraríamos que justo ese día había huelga de transporte. Joe, que mala suerte!!
Pregunto por ir andando y me dicen que son 3 horas por la carretera, a buen ritmo, claro. A Patri casi le da algo. Era incapaz de dar un paso más. Yo estaba cansado pero a unas malas podía hacerlo. Compramos un zumo de manzana a modo de desayuno para Patri tras dos días y pico sin comer y nos sentamos a esperar, me extrañaba mucho el que no pasase el autobús así que confiamos en que de repente apareciese. También pensamos en hacer autostop pero por allí no pasaban casi coches.
Tras un rato sentados sin saber qué hacer, aparecieron dos chicos con dos motos. Nos dijo una mujer que si queríamos ir con ellos. Nos cobrarían lo que un taxi (1000 rupias / 10 €) pero estábamos desesperados así que accedimos.
Lo gracioso fue al ver que cogían una cuerda y enganchaban una moto a otra. Resultaba que una estaba rota así que nos montamos uno con cada chico y así nos fuimos camino de Pokhara. Patri y uno de los chicos en la moto que funcionaba y yo con el otro en la moto remolcada… y con los mochilones a cuestas. Yo iba asustado ya que la cuerda se le iba enganchando en el guardabarros de vez en cuando pero el chico más o menos iba controlando. Para más inri en las cuestas abajo el de delante paraba la moto para ahorrar gasolina y así íbamos, 4 en dos motos unidas por una cuerdecita y dejándose caer.
Tras un rato llegamos a la entrada de Pokhara y pararon en un taller. Hasta el hostel teníamos un buen trozo así que esperamos un rato hasta que pudieron cambiar la moto estropeada y nos terminaron llevando hasta la mismísima puerta. Allí le di el dinero al que me había llevado y se quedo flipando. Creo que no se había enterado y nos estaba haciendo el favor gratis. Bueno, no me importo dárselo porque se portaron fenomenal y nos sacaron de un buen marrón.
Nos alojamos en una habitación con baño, recogimos las mochilas que habíamos dejado en el hostel y nos fuimos a comer algo. Ella parecía que empezaba a tolerar algo de comida.
Con este plan teníamos muchos días por delante en Pokhara mientras Rocío y Lara completaban el trekking del Annapurna. Y ya estábamos cansados de tanta desventura así que decidirnos pasar los días que nos quedaban tranquilos. Haciendo un turismo mucho más relajante para intentar irnos con un poco de sensación de vacaciones, y no acabar el mes con una sensación de haber vivido Pekín Express.
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