Día 6 de Agosto: El viaje desde Jodhpur hasta Jaisalmer, como no podía ser de otra forma, fue un calvario.Coincidió con la hora escolar y cada pocos kilómetros, o metros, el autobús paraba a recoger chavales. Lo mejor del viaje fue la comida que te ofrecían por las ventanillas cada vez que el autobús paraba. Vendían unos cucuruchos de papel con una especie de croquetas de patata que estaban bien ricas, o mazorcas asadas.
Al llegar a Jaisalmer la misma historia. Una decena de conductores de richshaw con los ojos clavados en nosotros, los únicos turistas, desde la puerta del autobús esperando ansiosos a que bajásemos. Y al bajar una pelea/discusión horrible con ellos. Al final decidimos ir andando pues esta es una ciudad pequeña y tampoco teníamos claro dónde íbamos. Eso sí, uno de ellos nos estuvo siguiendo 20 minutos, hasta que le pegamos 3 gritos todos y cada uno de nosotros.
Jaisalmer es una ciudad medieval en mitad del desierto del Thar. Gran parte de la ciudad se encuentra dentro de las murallas de su fuerte que esta también abarrotado de tiendecitas de ropas y otros artículos, en este caso ya más orientado al turista.
Fue aquí donde realmente empezamos a cruzarnos con bastantes turistas. Tanto en Delhi como en Jodhpur no habíamos visto casi extranjeros.
Al final llegamos a una plaza céntrica en donde nos «cazo» un hombre de una agencia turística. Nos ofreció un safari a camello por el desierto que salía en una hora así que no lo pensamos mucho. Nos dimos una ducha en casa de este hombre, muy majo, y nos fuimos corriendo a comprar unas samosas para comer.
Dejamos las mochilas grandes en casa del hombre este y nos recogió un jeep. Eran las 3 de la tarde.
Con el jeep nos llevaron a ver los templos de Barabaj. Unas bonitos templos (¿tumbas?) en mitad del desierto del Thar, rodeadas de decenas de molinos generadores de electricidad. La verdad es que es una escena que choca mucho. En un país en el que una gran parte de la gente no tiene ni para comer, ver parques enormes de aerogeneradores es por lo menos llamativo.
De los templos nos fuimos a otro templo cercano (ni idea del nombre). Un templo pequeño y bonito, aunque también un poco descuidado. En general los precios para entrar a todos los lados son caros, sobretodo viendo que no se gastan ni un duro (rupia) en mantenimiento.
El paseo por este templo fue a carreras porque te tenías que descalzar pero el suelo quemaba en las zonas al sol así que tocaba correr entre sombras :).
De ahí el jeep nos llevo hasta un lugar en donde nos aguardaban nuestros camelleros con sus correspondientes camellos. Los camelleros eran dos. Uno de ellos tendría unos 16 años, no creo que mas.
Terminaron de preparar los camellos y nos montamos en ellos. La verdad es que imponen estos animales por lo altos y grandes que son.
Estuvimos «camelleando» durante hora y media aproximadamente. Por el camino los camelleros se pararon a ordeñar una cabra que había por allí suelta, mientras nosotros seguíamos. Los camellos tenían muy claro el camino. Pamí que no era la primera vez…jeje
Al rato aparecieron los camelleros con una botella de agua mineral con leche en su interior. Me la hicieron guardar mientras seguíamos el camino.
Nos fuimos adentrando en el desierto del Thar, dirección Pakistán, y cada vez el paisaje iba cambiando más, pasando de una estepa a un paisaje más de dunas.
Finalmente llegamos a una zona en la que se veían otros grupos de turistas. Buscamos una duna y allí «aparcamos». Y menos mal porque yo por lo menos tenía el culo ya cuadriculado.
El chico más joven se puso a hacer un horno en la arena y nos preparo un té con leche; con la leche de la cabra que habían ordeñado. El otro se fue a por las mantas para dormir.
Tuvimos un atardecer mucho más feo de que debería haber sido. Esto fue así por la bruma que nos acompañaba todos los días provocada por la época de monzón.
Cenados una rica cena que nos prepararon allí mismo que consistió en arroz junto con un guiso de verduras y el típico chapati, que estuvimos viendo como lo amasaban y horneaban allí mismo. Hubo detalles que se podían haber ahorrado como que por ejemplo a mitad de amasar la masa del chapati se fuese a ver los camellos y estuviese jugando con uno, dejando que le babosease toda la mano. Luego continúo amasando…
Antes de irnos a dormir unos de ellos había tomado prestadas las sandalias de Patri. No sabemos si se quiso hacer el gracioso o qué, pero a Rocío le entro la paranoilla (que nos contagió) de que nos iban a robar y ya dormimos con las sandalias puestas y las mochilas enganchadas al brazo. Fuimos un poco ridículos…
Me llamó mucho la atención que ambos camelleros tuviesen su móvil y estuviesen usándolo continuamente. Estamos hablando de gente que se supone que vive en el desierto y va con unas pintas… vamos que no les pega mucho el móvil. ¿Y dónde diablos lo cargan?
Nuestra cama consistió en unos edredones tirados en el suelo y otras ropas a modo de almohada.
Los camelleros nos dejaron allí y se fueron. Que ahora venían nos dijeron…
Nos quedamos un poco mosqueados pero al final volvieron, eso sí estuvimos al loro de ellos hasta que acostaron, a unos metros nuestra.
Pasamos una noche medio buena. Teníamos sacos-sabana y yo por lo menos dormí con las piernas medio destapadas y la cabeza tapada para la arena.
Lo de las bajísimas temperaturas nocturnas en el desierto aquí no se dio y aunque hacia mucho viento yo casi pasé calor. Lara que estaba el primero hizo de paravientos y se despertó con complejo de duna.
El día 7 por la mañana estuvimos observando a los escarabajos peloteros, que había por todos lados, mientras nos hacían el desayuno. En ese caso fueron tostadas de pan de molde junto con una especie de avena cocinada y mermelada.
Menos mal que había mermelada porque la avena esa estaba muy insípida. El té de que lo acompañaba estaba bien rico, como siempre.
Un rato después recogieron el campamento y volvimos a montar en los camellos de vuelta a la «civilización».
La vuelta fue mucho más divertida porque los camelleros se subieron con dos de nosotros y fuimos al trote con los camellos. Mucho más divertido y rápido, eso sí, para el culo igual o peor.
Tras un rato llegamos a un camino en donde estaba el jeep del día anterior. Nos montamos con ellos y nos llevaron de vuelta a Jaisalmer, a casa del hombre a quien habíamos contratado todo.
Nos volvimos a duchar en casa de este hombre y nos fuimos a su agencia para gestionar el cómo salir de allí.
Finalmente le compramos el billete de bus de vuelta a Jodhpur y el tren de Jodhpur hasta Jaipur. Luego más tarde, por nuestra cuenta contratamos el tren de Jaipur a Agra para ahorrarnos la comisión.
Nuestro bus salía a medio día así que aprovechamos para ir a ver el fuerte de la ciudad. Es un fuerte de 99 almenas en el que en su interior viven decenas de personas.
La ciudad mantiene la infraestructura de alcantarillado de la edad media que consiste en una acequia que va por los laterales de las calles y a la que cada casa tiene un desagüe. De esta manera esta acequia es una guarrada. Aún así no estaba demasiado sucio todo, comparándolo por ejemplo con vieja Delhi.
El fuerte por dentro es un bonito laberinto de callejuelas repletas de tiendas mas orientadas a turistas. Aquí vimos por primera vez una gran cantidad de turistas y es donde comenzamos con los entretenidos regateos por cualquier cosa.
Tras muchas vueltas y regateos tanto Rocío como Patri se llevaron unos pantalones y empezamos a advertir como no tiene nada que ver el precio de partida de un artículo si el que pregunta es un español o es un alemán o japonés.
Tras un buen rato dando vueltas mirando tiendas y un buen puñado de fotos del fuerte volvimos a la plaza cerca de la oficina de turismo donde habíamos contratado el safari.
Allí compramos unas samosas para comer y fuimos de nuevo a casa del hombre a recoger los mochilones, que nos había permitido dejarlos allí. La verdad es que fue de las pocas personas que fue realmente hospitalario con nosotros y supo cuidar a sus clientes.
Y de ahí un richshaw hasta la «estación de autobuses» donde nos esperaba otro maravilloso viaje de vuelta a Jodhpur.
Por suerte no coincidimos con horario escolar y el autobús paro menos y el viaje fue un poco más corto, aun así se nos hizo muy largo.