Para comenzar el año decidimos acercarnos a nuestro más que conocido Circo de Gredos. Yo llevaba toda la semana con un gripazo de aúpa. El día antes de partir no me encontraba en mi mejor forma ni tenía muchas ganas pero bueno, todo estaba ya pensado así que el sábado tocó madrugón y antes de las 5 de la mañana estábamos ya camino de la plataforma de Gredos.
A las 7:30 aparcábamos el coche y en 5 minutos estábamos andando. Era de noche aún y la temperatura era buenísima.
Según fuimos subiendo descubrimos lo que ya nos imaginábamos, que no había nada de nieve. Alguna plancha de hielo en la subida de la Escaleruelas y poco más.
Subiendo a los ya odiosos Barrerones comenzó a amanecer y el paisaje era desolador. Echando la vista atrás hacia el Prado de las Pozas no se veía nada de nieve.
Sobrepasamos los Barrerones y contemplamos el Circo de Gredos, que creo que nunca he visto con tan poca nieve.
La bajada a la laguna la hicimos sin pisar apenas nieve y la laguna estaba helada pero sin nieve por encima lo que daba mucho yuyu. De hecho a la vuelta íbamos andando juntos de cháchara y de repente el hielo hizo un espeluznante “crack” y en el suelo apareció una imponente raja. Con los huevos por corbata nos distanciamos un poco y continuamos la marcha.
Como siempre que llegamos al refugio, descargamos algo la mochila en las taquillas, y decidimos que hacer. El objetivo era el Ameal de Pablo de 2489 m.
Subimos hacia la canal de los Geólogos pero a sus pies a Lara le entraron ganas de subir por la canal del Ameal de Pablo, la que está a su derecha. Así que nada, tocó tirar bien de crampones y piolets porque esta canal está bastante empinada y la nieve está mucho más dura ya que no le da el sol.
Al llegar arriba y tras coger aire nos fuimos hacia la izquierda para ir a ver la cara Sur del Ameal de Pablo, que era donde empezaba la vía que ponía en el libro que teníamos.
Pero a mitad de camino nos encontramos con toda una familia de cabras. Estaban todos, y en lo más alto vigilando el macho cabrío. A Lara le entró un poco la paranoia de que el macho estaba con cara de poco amigos y también con que si dejábamos las mochilas a pie de vía, a la vuelta igual se habrían comido hasta las cremalleras así que dimos media vuelta y nos fuimos al collado que queda entre el Ameal de Pablo y el Risco Moreno para atacar la cara Norte.
Al llegar el panorama no tenía nada que ver con lo que me había encontrado el año anterior. El infierno de hielo de la vez anterior no tenía nada que ver con lo que nos encontramos. Un collado en el que ni había nieve y estábamos pisando tierra y unas rocas descubiertas con tan solo pequeñas plaquitas de hielo.
Así que la cosa parecía fácil pero aun así, y ya que lo habíamos porteado, nos pusimos los arneses y nos colgamos todos los cacharros.
Subimos en tres largos ya que subimos haciendo muchas zetas por los bloques de tierra y la cuerda rozaba mucho. En no demasiado tiempo estábamos a los pies del Yunque, que es una de las cimas del Ameal de Pablo. Nos contentamos con quedarnos debajo suya porque el subir sus dos o tres metros nos pareció muy expuesto y solo planteable con unos pies de gato, que no teníamos.
Tras unas cuantas fotillos de rigor pensamos en como bajar y la cosa estaba clara. A un par de metros había un maillón sujeto a un gran bloque que era perfecto para rapelar por la canal que teníamos al lado. Así que pusimos la cuerda y nos cascamos un rápel de unos 40 metros muy chulo.
Desde ahí remontamos una decena de metros hasta llegar de nuevo al collado que hay entre el Ameal de Pablo y Risco Moreno. Y comenzamos a bajar hacia el refugio.
Fuimos rodeando el Ameal con idea de intentar tomar la canal de los Geólogos pero quedaba muy abajo y bajar hubiese sido un poco lío porque habría que haber destrepado una buena cantidad de metros por… no estaba muy claro dónde.
Así que decidimos volver a bajar por la canal del Ameal de Pablo, y como ya me pasó hacía un año, fue un infierno. Es una canal con nieve muy dura y muy empinada que nos obligó a bajar de culo, pasito a pasito y clavando los dos piolets.
Mira que me prometí a mi mismo no volver a bajar por ahí… pues ala, dos tazas!!
Tras un buen rato de tortura para nuestros tobillos llegamos al final de la canal donde nos pudimos erguir y continuar nuestro camino hasta el refugio.
Tras comer delicatesen varias sacadas de nuestros hornillos nos fuimos a dormir.
Al día siguiente, sobre las 8:30 de la mañana estábamos ya andando. Yo no me encontraba especialmente valiente, supongo que arrastraba algo de la gripe de la semana, así que decidimos volver hacia el coche, eso si, subiendo por la directa al Morezón.
La subida que parecía puro trámite y que elegimos por no volver por los aburridos Barrerones al final tuvo su gracia.
Debido a la poca nieve que había el camino fue un mixto de roca y placas de hielo que hacían que hubiese que ir con cuidado. Y por si era poco subimos una pequeña canal que forma la roca y que nos terminó dejando debajo de un gran bloque que no podíamos pasar ya que estaba bastante expuesto. Así que nos tocó volver a sacar los arneses, cuerda y demás cacharros y asegurar el paso, que no tenía más que 3-4 metros, pero que estaban más que interesantes.
Tras ese paso solo nos quedó apretar el culo y superar todo el desnivel que nos quedaba por la inclinadas palas de nieve que se forman en esta vía.
Al llegar a la pre cumbre que hay justo al norte de la cumbre del Morezón nos metimos una buena comilona para recuperar fuerzas y continuamos camino hasta el coche. De nuevo por el pelado de nieve Prado de las Pozas.