Con mucho mono de barrancos por mi parte (y la de Patri) y bastante frío en el ambiente nos fuimos Lara, Patri y yo camino de un barranco seco, en principio. Rocio se quedó en la tienda recuperándose de su trancazo.

Para llegar al barranco hay que salir de Rodellar y cogeremos la misma pista que se utiliza para ir a los Oscuros de Balces, solo que en este caso aparcaremos el coche en el comienzo de la pista, nada más cogerla. Nos equipamos y cogimos una senda que sale a mano derecha (según se coge la pista) junto a una caseta para cubos de basura. Es una senda estrecha que tras un par de minutos atravesando una zona con mucho follaje nos dejará ante un gran patio desde el que se contempla el cañón a descender.

Según llegamos a este patio nos iremos a su parte derecha en donde está la cabecera del primer rápel.

El barranco nos sorprendió por lo encajonado que está, recordándonos mucho al barranco de Bermejo, en Granada. Inicialmente no encontramos nada de agua y poco a poco fue apareciendo, al principio en pequeños charcos y luego ya con algo más de abundancia.

Finalmente nos vimos obligados a meternos hasta por encima de la rodilla de agua lo cual indica que de cogerlo en un momento de poca agua en guara irá seguramente seco hasta el final.

Al terminar llegamos al río Balces un par de cientos de metros más abajo del final del cañón de Oscuros de Balces. En este punto tendremos que remontar el río para volver al coche por el mismo camino que en el caso de este otro cañón.

A la hora de remontar el río Balces hay que cruzarlo, al menos una vez, por lo que nos metimos de agua hasta la cintura, pues este si que iba más crecidito.

Al final un barranco corto ya que lo comenzamos a las 11 de la mañana y estábamos de vuelta en el coche a las 2 de la tarde pero muy bonito y recomendable. La verdad es que nos esperábamos mucho menos.