El vuelo de Katmandú a Delhi fue precioso pudiendo ver todas las montañas del Himalaya por encima de las nubes, aunque desde el aire fui incapaz de reconocer las principales cimas.
Al llegar a Delhi y tras recoger las mochilas nos toco salir del aeropuerto y de nuevo vuelta al calor y húmedad agobiantes.
Cogimos un taxi prepago que nos llevo al hostel en que habíamos estado dos semanas antes, junto al lado de las embajadas, y por lo tanto en la zona nueva y tranquila de la ciudad.
Por la tarde nos acercamos a visitar la casa de adoración Bahá’i-, o templo del loto. Es un edificio impresionante por fuera y hueco por dentro en el que cada persona puede ir a rezar o meditar, independientemente de la religión que sea.
Para entrar al templo tuvimos que descalzarnos y guardar cola en una asquerosa moqueta medio pegajosa, supongo que por el sudor de los pies de los miles de personas que lo habrían pisado desde la última vez que se limpio.
Además entrabamos por grupos y mientras guardábamos cola el de detrás mío no paraba de empujarme con su barrigón en mi espalda, aun cuando la cola no estaba andando. De verdad, como les gusta empujar continuamente a estos indios.
Allí también nos pasó una cosa muy curiosa. Resulta que como nos había estado pasando todas las vacaciones todos los indios estaban continuamente haciendo fotos a Rocío y Patri. Pero allí hubo un chico que le pidió a Patri si se podía hacer una foto con ella. Por lo menos se lo pidió así que ella accedió. Tras la foto, apareció el amigo corriendo que quería otra foto, y tras hacerse este segundo la foto apareció un tercero a pedirnos dinero. Pero bueno, será al revés!! O sea, que nos piden dinero por que Patri se deje hacer una foto con ellos!! Que morro tienen, que sinvergüenzas. Por supuesto nos fuimos acto seguido.
Tras la visita al templo y a los bonitos jardines que lo rodean fuimos andando hasta un centro comercial que habíamos visto mientras veníamos en el rickshaw.
Estuvimos tomando una coca cola en el McDonald’s y nos aprovechamos de su aire acondicionado y del baño del centro comercial. Después estuvimos dando una vuelta por la zona que había una especie de rastro y nos compramos alguna camiseta.
El día siguiente, 27 de Agosto, nos acercamos a Connaught Place, donde comenzó nuestra aventura. En ese caso acertamos con unas calles mucho más turísticas donde ya se veían más extranjeros y había más tiendecitas.
Patri y Rocío se estuvieron haciendo sendos tatuajes de henna. Ver al tatuador era todo un espectáculo, que control y velocidad tenía el tío. Estaba claro que lo había hecho alguna que otra vez 🙂
Después estuvimos comiendo en un restaurante que nos encontramos y nos fuimos a ver la tumba de Humayun, o también llamada «Taj Mahal rojo».
La tumba realmente se parece mucho al Taj Mahal, siendo ese ultimo una versión mejorada y mucho más elegante gracias a los jardines y al mármol blanco.
Tras dar una buena vuelta salimos y como no teníamos muy claro dónde ir nos dejamos llevar por un rickshaw a un bazar. Al llegar vimos que era guirilandia. Típico bazar en mitad de un polígono donde llevan a todos los extranjeros.
No tardamos mucho en irnos de allí y le pedimos al del rickshaw que nos llevase a un sitio con tiendas y algún McDonald’s, buscando una zona más comercial.
Nos llevo efectivamente q una zona con un McDonald y alguna otra tienda grande, además de otra especie de rastro, perfecto.
Estuvimos en el McDonald comiendo un “Chicken Maharaja Mac” y después estuvimos viendo las tiendecitas y puestos tranquilamente y gastando las últimas rupias ya que Patri y yo nos íbamos esa misma noche.
Cuando llegamos a la India íbamos con la idea de que Patri se comprase un Sari. Después cuando llegamos vimos que los Saris que veíamos por la calle eran bastante bastante feos así que la idea se perdió en el limbo.
Al final en este mercadillo encontramos varias tiendas en las que vendían Saris “de lujo”. Supongo que para bodas o cosas así, y en estas tiendas sí que había muchos y muy chulos. Vimos uno espectacular, por unos 80 €.
Tras unas cuantas vueltas más entramos en una tienda y terminó comprándose uno muy bonito por unos 28 €. El tendero la estuvo explicando cómo se colocaba. La pena es que hay una parte del Sari (que es un pañuelo de 6 m de largo) que está destinada para cortarla y hacerse con ella una especie de “top”, pero nuestro avión salía en unas horas así que no pudimos hacer esto, porque tendríamos que haberlo dejado para el día siguiente.
Y de ahí volvimos al Hostel donde cenamos algo y recogimos las maletas.
Al salir del hostel nos fue imposible coger un taxi, no nos quería llevar o nos cobraban mucho. No entendíamos nada….
Menos mal que el guarda de seguridad del Hostel (si, tenía) se tiró el rollo y llamó a un taxi, pre-acordando 450 rupias por la Carrera, lo cual no era barato precisamente pero bueno, no nos quedaban más opciones.
Así que dejamos allí a Lara y Rocío, que partirían al día siguiente y fuimos al aeropuerto. De allí a casa tras unas 9 horas de viaje y una escala en Zúrich.
Nos llamó mucho la atención que estos dos últimos días que estuvimos en Delhi nos fue mucho mejor que en el comienzo del viaje. Todo fue más rodado, no nos molestaron tanto y digamos que nos intentaron estafar menos. Yo tengo mi teoría y es que no íbamos con la Lonely Planet en la mano todo el rato y tampoco íbamos con los mochilones a cuestas todo el día. De esta manera no teníamos pinta de estar perdidos, o estar buscando hotel. Supongo que también estábamos más curtidos y lo supimos llevar mejor.