Corto, muy corto y caluroso.
Así fue nuestro ataque al objetivo que nos habíamos marcado.
11 de Agosto:
Salimos tranquilamente el viernes 10 de Agosto dirección Chamonix. Nos esperaban 1450 Km hasta llegar a aquel paraíso de todos los amantes de la montaña.
No teníamos prisa pero el camino era largo así que no estábamos para perder el tiempo. No, no estábamos para perderlo, pero claro, si algo puede pasar, pasará.
Resultó que al señor Lara se le olvido un pequeñísimo detalle en casa, una cosita sin importancia para subir al Mont Blanc… el chaquetón impermeable!!
En fin, más de media hora perdida y 50 Km extra, para ir entrando en calor y salir de Madrid con el motor y el culo calentito.
La idea era llegar a la frontera y por allí echar los sacos al suelo en cualquier lado y pasar la noche. Por la mañana re emprenderíamos el camino y llegaríamos para comer a Chamonix. Pero por el camino cambiamos de idea y decidimos hacerlo «del tirón». Así que dicho y echo.
Eramos tres, y los tres conducimos así que nos fuimos rotando, según estábamos cansados, y cuando no tocaba aprovechábamos para echar una cabezada. Con esas, tras una larga noche llegamos con las primeras luces del día a Chamonix. Serían las 7 de la mañana cuando llegamos. Aparcamos y nos dimos una vuelta por el pueblo a ver que se cocía.
Desde el camping se podía contemplar el impresionante glaciar de Bossons y las majestuosas cumbres que teníamos pensado subir. Cuando llegamos había algo de niebla pero enseguida levantó. El sitio solo tiene una palabra: Impresionante.
Dimos una pequeña vuelta por el pueblo y estuvimos consultando y preguntando la previsión meteorológica para los siguientes días. La semana anterior había estado nevando y había caído mucha nieve. Ahora, para nuestra alegría daban 2-3 días de buen tiempo y luego volvía a hacer malo. Era perfecto, una ventana de 3 días para intentar el ascenso.
Tras un breve debate decidimos intentarlo al día siguiente, ya que la ascensión la haríamos en 2 días, y así tendríamos un pequeño margen por lo que pudiera pasar.
Así que nada, nos fuimos a buscar camping y a echarnos una siesta antes de comer, que había sido una larga noche. Por la tarde, a descansar y preparar el equipo. También hubo tiempo para jugar al Risk 🙂
12 de Agosto:
Nos levantamos poco después de amanecer. Tampoco había una prisa excesiva ya que el primer teleférico que sube a la Aguille Du Midi subía a las 7:45 AM, y además la jornada estaba sobre dimensionada en cuanto a horas. El plan era subir el Mont Blanc de Tacul, y de vernos bien físicamente el Mont Maudit, y dormir en el collado de la Brenba, o en su defecto en el collado del Mont Maudit.
A las 7:45 estábamos entrando por la puesta del teleférico (1.000 m), junto con un buen puñado de gente, aunque mucho menos de los que yo esperaba. En apenas 25 minutos estábamos a 3.800 m de altitud. Es brutal lo rápido que sube el teleférico, y lo vertical que lo hace al final de su trayecto.
Salimos del teleférico. Un termómetro nos informa de que estamos a 0º. No está nada mal para las horas que son. El cielo luce despejado y el sol sale tímidamente por el horizonte, esquivando como puede la infinidad de picos que se vislumbran delante nuestra. Las vistas son espectaculares y lo único que se ven son decenas de cámaras inmortalizando estos parajes sin piedad ninguna.
De vuelta a la realidad, no podíamos perder el tiempo, así que fuimos a la salida del «túnel» que da acceso a la arista por la que bajaríamos al collado de la Aguille Du Midi, primer paso para afrontar nuestro ascenso. Nos equipamos y fue ahí donde empezamos a notar que algo era distinto. El simple acto de estar agachado atándote los crampones, o poniéndote las polainas hacía que nos faltase el aire, se notaba que estábamos casi a 4.000 m, y ahí las cosas no funcionan igual, y nuestro cuerpo menos.
A los pocos minutos empezamos a andar. Ya había varias personas que habían bajado por la arista. Arista que se presenta majestuosa con una caída de unos miles de metros hacia uno de sus lados y unos cientos de metros hacia el otro. Aún así es facil bajar por ella, simplemente impone respeto, y más cuando te la encuentras totalmente en frío.
A los 10 minutos de andar el sol ya levantaba en el cielo y sus rayos nos llegaban con fuerza, empezaba a hacer calor, así que paramos para quitarnos ropa. Con una camiseta térmica sobraba.
Pocos minutos después llegamos al collado. Allí encontramos un pequeño campamento y huellas que partían hacia todas las cumbres cercanas que nos rodeaban. Un extensa llanura de nieve nos envolvía, haciéndonos sentir insignificantes e indefensos.
Delante nuestra se levantaba majestuoso el Mont Blanc de Tacul, que sería nuestro primer objetivo, y tímidamente detrás se dejaba ver el Mont Maudit. El día pintaba perfecto, con una temperatura extraordinaria y sin nada de viento. En cuanto a la ruta había una leve huella que se dirijía al Tacul, muy lejos de la que yo pensaba encontrarme, ocasionada por una romería de gente. Pero como se puede ver en la parte inferior de la foto, apenas se veían dos personas (puntitos) que iban por delante nuestra.
Comenzamos a subir, siguiendo la huella que había, y enseguida se empezó a poner muy empinado. La pendiente enseguida llegaría a unos 45º-50º, pero había bastante nieve blanda y había escalones formados, por lo que se subía relativamente bien. Las fuerzas nos acompañaban e íbamos los tres bien, en cuanto a malestares.
Todo pintaba muy bien hasta que llegamos a la primera barrera de seracs, en donde nos encontramos con una grieta enorme a un lado, una pared de roca a otro y de frente una pared de hielo-nieve de unos 5 metros de altura. Uh, con eso no contábamos, por lo menos no tan pronto y tan bajos.
De repente se nos cayó el mundo encima. Tantos meses preparando la ascensión, estudiando rutas, escapatorias, material, etc… y de repente, cuando solo llevábamos dos o tres horas andando nos encontrábamos con un gran obstáculo. Lara y Rodri se vinieron un poco abajo. Yo me quedé un poco menos sorprendido, seguramente porque ya había estado por estos lares de pequeño y sabía un poco mejor lo que nos podíamos encontrar. Aún así era un buen palo para nuestros planes.
Frente a nosotros se veía un sitio por donde parecía que se podía subir escalando, un poco expuesto pero parecía viable. Me acerqué y efectivamente había huellas de crampones. Alguien había subido, o por lo menos lo había intentado. Viendo eso me animé a intentarlo, y mientras discutíamos si lo intentábamos o no, apareció un francés con la familia, sacó sus dos pioles técnicos y se encaramó por la pared mucho más decidido que nosotros.
Tras varios intentos fallidos volvió a bajar. Era muy sencillo llegar a la parte alta de la pared, pero el último paso estaba levemente extra plomado y la nieve estaba muy blanda y no había donde apoyarse o clavar un piole. Aún así me lancé a intentarlo… con el mismo resultado. El último paso estaba muy expuesto y no me atreví.
Tras bajar yo y con las fuerzas recuperadas el francés volvió a intentarlo, y obtuvo otro fracaso, exactamente igual al anterior.
Al ver al francés intentarlo de repente le volvieron las fuerzas a Rodri y se lanzó a subir, en este caso con idea de montarse un seguro con un piole para poder darse el último paso un poco más seguro. Subió y tras atrancar el piole en una grieta, paso la cuerda y asegurándole yo desde abajo se consiguió dar ese último paso, bien!!
A todo esto Lara estaba con la moral por los suelos y sin ninguna gana de subir. Pero claro, después del numerito que habíamos montado, teniendo que pedir temporalmente un piole y todo, pues no le quedó más remedio. Luego una vez arriba le volvieron los ánimos.
En este rato apareció más gente por allí, unos españoles que nos prestaron el piole para montar el seguro y que luego se fueron de vuelta, y unos ingleses que se fueron también a la voz de «more dificult!!».
Bien, ya habíamos pasado el obstáculo. Habíamos perdido más de una hora pero lo habíamos superado, y como unos campeones, escalando la pared de hielo.
Ahora nos encontrábamos debajo de unos bloques enormes de nieve que no tenían una pinta muy buena, y que amenazaban avalancha por lo que no era plan de estar ahí todo el día, más si cabe cuando ya era tarde y el sol empezaba a apretar con fuerza. Así que nos fuimos hacia la derecha buscando una zona limpia por la que subir. Nos desplazamos lateralmente por la ladera.
Tras apartarnos de esa zona tan poco acogedora teníamos ante nosotros una enorme e interminable pala de nieve que subía totalmente vertical hacia la cumbre, era el camino. Así que enfilamos la pala y empezamos a subir.
En este punto no había ya huella pero no nos importó, habíamos vuelto a recuperar la motivación y estábamos plenos de fuerzas. Yo eché a andar delante, abriendo huella. Había bastante nieve blanda lo que hacía muy cansado andar.
Pero poco nos duró el subidón ya que al poco de andar, la pala de nieve volvió a empinarse endiabladamente, recuperando sus 45º-50º de inclinación, y la nieve blanda empezó a ser cada vez mayor. Inicialmente iba abriendo huella metiéndome hasta media tibia, pero llegados a este punto la nieve me llegaba prácticamente a a la cintura, y cada paso que intentaba avanzar era completamente inútil ya que la nieve se deshacía bajo mis pies, haciendo que avanzar 1 metro me costase 4 o 5 pasos, levantando la piernas, con sus botas plásticas a la altura de la cintura.
De esta manera y tras debatirlo brevemente decidimos que se había acabado el paseo. Era imposible subir. No había huella, y fueses por donde fuese te encontrabas con un metro de nieve polvo en la que hundirte.
Pero no había acabado todo, porque ahora teníamos de nuevo el mismo obstáculo que antes, pero ahora tocaba bajarlo. Y la bajada era casi más expuesta que la subida. Así que nada, a Lara se le ocurrió hacer una seta y rapelar de ella, y nos pusimos manos a la obra. No teníamos muy claro cuanto era necesario así que hicimos una seta bastante grande, para asegurarnos de que no habría ningún problema. Con los pioles cavamos una zanja de unos dos palmos de profundidad, y unos dos metros y pico de diámetro, formando una especie de lágrima. Metimos la cuerda por la grieta y la usamos de reunión para rapelar.
No hubo ningún problema, la nieve no cedió ni un centímetro, pero era curiosa la sensación de pensar que estás colgándote de agua, solo agua, la misma que te bebes.
Pasado de nuevo el obstáculo solo quedaba bajar, y para no perder la tradición teníamos que bajar de culo, eso sí, en este caso solo fue un trocito pequeño y cuando estaba muy claro que no había peligro :D.
Volviendo por el collado de la Aguille Du Midi el calor empezó a ser terrible, eran sobre las 2 de la tarde y estábamos a 20º, demasiados. Hacía ya rato que Rodri iba un poco jodido con dolor de cabeza y el estomago un poco dado la vuelta, el mal de altura le había afectado. Aún así el entorno en el que nos encontraba nos seguía fascinando y era difícil estar apenado en este lugar.
Para acabar el paseo nos esperaba aún un último esfuerzo, la subida de nuevo a la Aguille du Midi, por la misma cresta de antes. Parecía poco bajando, pero la cuesta es bastante empinada en algunas zonas y es una subidita que te calienta bien las piernas.
A mitad de subida Rodri iba ya bastante mal, con la cabeza que le iba a explotar y por lo tanto a disgusto. Esto junto con que nos empezó a entrar algo de niebla, tal y como ocurría todas las tardes, hizo que se hiciese un poco pesada la subida. Además nos encontramos con un par de cordadas que entorpecían mucho (muchísimo) la subida.
Una vez arriba nos quitamos el equipo y estuvimos haciendo alguna foto desde las terrazas que hay en la Aguille de Midi. Después nos dieron un número que indicaba nuestro turno para bajar en el teleférico, ya que había mucha gente. Al final resultó que nos tocó bajar en el último así que estuvimos esperando un buen rato.
Al llegar a la tienda una buena ducha y cena y a dormir. No pudo ser.
Fue un poco decepcionante, ya que lo habíamos preparado desde hacía mucho, y es una pena que no pudimos subir prácticamente nada debido a la gran cantidad de nieve que había. No pudimos siquiera hacer uno de los tres picos que nos habíamos previsto. Nos sentimos muy derrotados, pero bueno, en los Alpes es una lotería y hay que pensar que hay gente que se tira varios años hasta que consigue subir.
También nos quedamos con que fuimos los que más alto llegamos. Mucho otros se dieron la vuelta antes, nosotros por lo menos lo luchamos un poco más hasta que vimos que era imposible.
Después hablando con la gente según parecía habían visto con prismáticos gente en la cumbre del Mont Blanc y gente subiendo, por Gouter, la vía normal, que estaba mucho mejor de nieve. Pero claro, que era cuestión de suerte, y la tuvimos mala.
Nos planteamos intentarlo por Gouter pero lo descartamos. Las previsiones empezaban a no ser muy buenas para los próximos días. Como mucho parecía que habría 2 días semi-buenos, pero nosotros necesitaríamos uno de descanso, ya que aunque no habíamos echo mucho, habían sido un buen puñado de horas andando y hubiese sido demasiado volver a intentarlo justo al día siguiente.
Así que nos quitamos la idea de la cabeza y lo dejamos para otro año, para el que viene, que será el bueno, seguro.
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