Tras desechar la idea el año pasado, este año volvimos a apuntar en nuestros calendarios veraniegos una cita más que importante.
Hablo de dar un salto en lo que a ascensiones se refiere, ya que el objetivo es ascender el Mont Blanc (4.808 m), el pico más alto de la Europa Occidental, por la ruta de los cuatromiles, lo cual hace sobrepasar con creces la barrera de los 4.000 m, punto en el cual empiezan a aparecer dificultades nuevas, como el mal de altura o la falta de oxigeno.
Y para ello lo primero es tener una buena forma física y lo segundo ensayar dentro de lo posible lo que nos encontraremos allí.
En cuanto a forma física el tema no pinta de color de rosas ya que entre vacaciones (de ocio/turismo/playa se entiende) y otras cosas no disponemos de días para entrenar bien. Así que el entrenamiento se basará en correr entre diario y algún pateo no muy gordo el fin de semana que se pueda. Esperemos que sea suficiente.
El otro tema a tratar es el de simular lo máximo posible aquel escenario, en el que nos tocará dormir a mucha altura, llevar mucho peso, ajustar al máximo la comida y el agua, etc…
Así que lo que hemos echo este fin de semana ha sido irnos al tercer sitio más alto de España a dar un «paseo».
Salimos el viernes tras el curro dirección Benasque. El camino ya nos lo sabemos más que de memoria, por suerte o por desgracia. Llegamos cerca de las 10:30 de la noche. Nos tomamos unas cervezas para olvidar las horas de coche que llevábamos encima y nos fuimos al camping, que está a pocos kilómetros pasado el pueblo.
Allí montamos la tienda y tras cenar nos fuimos a la cama. Sobre las 12 de la noche estábamos acostados.
Eran las 9 de la mañana cuando abrimos los ojos. Habíamos dormido como unos campeones hasta tarde, pero no nos preocupaba ya que no teníamos excesiva prisa. Hicimos las mochilas, cogimos el coche y nos fuimos hacia el Vado del Hospital de Benasque. Allí hay una barrera que no permite pasar a los coches desde el 30 de junio al 11 de Septiembre (más info). Aparcamos y esperamos al autobús que nos llevaría a la Besurta, donde empezaría nuestro camino a pie.
El autobús pasa cada 30 minutos aproximadamente así que no tuvimos que esperar mucho. Sacamos un billete de ida y vuelta (4 € por cabeza) y nos subimos a él. el autobús iba lleno de gente con sus respectivas mochilas, pero la gran mayoría tenían pinta de ir a darse una vuelta más bien corta.
En 15 minutos estábamos en la Besurta. Bajamos del autobús y tras unos breves estiramientos echamos a andar dirección al plan de aigualluts. Eran las 11:15 de la mañana cuando bajamos del autobús y el termómetro marcaba unos horrorosos 30º.
La idea era hacer un simulacro de lo que podría ser la ascesión al Mont Blanc así que íbamos sobre-equipados, pero queríamos ir con el mismo equipo que llevaríamos en los Alpes. De esta manera ibamos con botas bien gordas (yo plásticas), toda la ropa de invierno como es el chaquetón, forros, gorros, bragas, guantes finos y gordos, pantalón impermeable, pantalón de forro polar, tienda, saco, hornillo, comida, bastones, crampones, polainas, piolet, etc…
La mochila pesaba unos 12 Kg, a lo que había que sumar todo lo que llevábamos puesto, y que sumado a esos 30º hizo que el paseito de 45 min hasta el plan de aigualluts fuese un auténtico infierno bañado por una cortina de sudor.
A las 12 de la mañana habíamos atravesado el plan de aigualluts, en donde mucha gente se refrescaba y disfrutaba del sol tumbada en la hierba, y estábamos al comienzo de la senda que empieza la ascensión por el valle de Barrancs, el cual nos llevaría a la cima.
En cuanto avanzamos un puñado de pasos nos dimos cuenta que no iba a ser ningún paseo lo que nos quedaba ya que la senda resultaba ser un camino tortuoso de bloques de piedra que había que ir superando, uno tras otro, sin fin aparente. Era un camino realmente duro que solo a ratos nos daba un descanso convirtiéndose de nuevo en una senda plana y estable.
La senda va cogiendo altura suavemente paralela a un arroyo que bajaba bastante vivo, debido al lago de Barrancs que lo alimenta. Serían las 13:00h cuando la senda amenazaba con alejarse del arroyo, momento en el que aprovechamos para hincharnos de agua y rellenas las cantimploras, pues no teníamos muy claro que nos encontraríamos. Y el sol, que apretaba cada vez con más fuerza nos hacía beber como locos.
Poco después llegamos a la base de la morena que sube recta hacia la cumbre del Aneto. en ese momento vimos mucha gente que bajaba, no sabemos si porque habían subido realmente pronto y bajaban de hacer cima, o porque no habían llegado a arriba. Fuera como fuese lo que contemplábamos ante nosotros era igual de desmoralizador. Una senda empinadisima por la cresta de la morena, formada entre una gran pedrera.
Le echamos ganas y empezamos la ascensión. Aquí ya se ponía más seria la cosa, en cuanto a desgaste se refier. La pendiente en algunas ocasiones rondaría los 40º de inclinación, que unido a las continuas rocas que había que ir superando, seleccionando cuales estaban sueltas y cuales no, hacía que fuese una auténtica paliza. Aún así, despacio y con continuas paraditas conseguimos llegar al final de la morena y vislumbrar el comienzo del glaciar del Aneto.
Eran las 14:50h y nos encontrábamos a 2.800m con unos más agradables 20º de temperatura y la nieve del glaciar del Aneto se hallaba a escasos metros nuestros.
Justo frente a nuestras narices se encontraba la arista nordeste que baja del Aneto. Breve consulta al mapa y acto seguido bordeamos dicha arista, desplazándonos hacia el este más aún.
Llevábamos horas suplicando por encontrarnos nieve y dejar atrás el infierno de las continuas pedreras por las que habíamos ido avanzando. De esta manera nos lanzamos a pisarla, pero nos encontramos lo que por otro lado era más que lógico, una nieve bastante más blanda de lo que nos hubiese gustado. El sol a estas horas hacía mella y nuestras botas se hundían más de los deseado. Aún así era mejor que las piedras.
Seguimos ascendiendo bordeando dicha arista y a poco se nos cae el alma al suelo al descubrir que tras un pequeño rato andando la nieve volvía a desaparecer y volvía a abrirse de nuevo ante nosotros un desolador paisaje plagado de bloques de piedra. Al fondo aparecía ante nuestros ojos la gran y última pala de nieve que nos llevaría hasta nuestro primer objetivo, la espalda del Aneto.
Desquiciados ya y con las piernas más que machacadas afrontamos este nuevo baile entre bloques que se nos presentaba, mientras nos preguntábamos como estaría la pala de nieve que nos esperaba, la cual parecía más que empinada, y la nieve a esas horas no estaba para tonterías.
Eran las 16:30h cuando conseguimos terminar de atravesar la pedrera y llegamos a la base de la más que respetable pala final. El termómetro marcaba 15º y el viento empezaba a hacer acto de presencia lo cual hizo que nos empezásemos a abrigar un poco. Además nos colocamos los crampones.
Empezamos a subir haciendo Z’s, muy despacio, ahorrando fuerzas e intercambiándonos las posiciones ya que íbamos abriendo huella, en una nieve semi-blanda y era realmente cansado.
A mitad de cuesta yo empecé a sentirme realmente cansado. Pensándolo después no había comido casi nada en todo el día excepto un par de galletas y un par de barritas. Esto sumado al mal estado de forma que llevaba hizo que mis fuerzas se cayeran por los suelos. Solo me quedaba pensar en los escasos 100m que me quedaban para hacer cima de la espalda del Aneto y desde ahí un supuesto paseo de 50-100m prácticamente horizontales hasta el Aneto. Así que eché toda la carne en el asador y seguí adelante poco a poco. Lara por su parte iba bastante mejor que yo, aunque la cuesta era rompedora para cualquiera.
En algunos momentos, sobretodo la parte final, llegaríamos a tener una inclinación rondando los 50-55º, y en su gran mayoría ascendimos por una pala de unos 40º de inclinación, que unido a la nieve blanda hizo que tuviésemos que ir con extremo cuidado ya que el piolet no ofrecía un buen agarre por la blanda de la nieve, y los crampones tampoco hacían maravillas.
18:15h, 3300m. Termina por fin la temida pala de nieve y nos quedan escasos 20m para llegar a la espalda del aneto. Ya está, ya hemos llegado… eso es lo que pensamos los dos, solo nos queda un leve pasei….. no!!!!!
No acabo de creer lo que ven mis ojos. El camino hasta la cumbre del Aneto es otro pedregal pero en este caso expuesto con dos señores cortados a cada lado, que no auguraban un final feliz.
En este punto Lara empezó a «tirar» ya cegado por hace cima, como es normal, y yo iba siguiéndole como podía con un tembleque en las piernas que me hacía ir con extremo cuidado para no despeñarme Y aún quedaba la duda de donde dormir.
La idea inicial era hacer cumbre y bajar al collado de Coronas, en donde plantaríamos la tienda pero siendo las horas que eran, y sobretodo con las fuerzas que llegamos íbamos decididos a plantar la tienda en la misma cruz de la cima si hacía falta, solo necesitábamos un sitio plano o un neverito.
Y allí estaba, a apenas 20 metros de la cima había un pequeño nevero en el que entraba ajustada al máximo la tienda. Alisamos como pudimos el suelo a patadas y montamos el campamento. El suelo estaba levemente inclinado y bacheado, pero por lo menos estaba levemente resguardado del viento, el cual en ese momento se empezaba a levantar y la niebla nos había comido casi totalmente. Eran las 19:40 cuando terminamos de montar el campamento. ¡¡Habíamos tardado hora y media casi en subir del hombro del Aneto a la cima del Aneto y montar la tienda!!
Tras coger aliento unos segundos un toque de alegría al comprobar que ambos gozábamos de cobertura y podíamos hablar con las respectivas novias para contarlas que seguíamos vivitos y coleando 🙂
Lara se hizo un sobre de macarrones derritiendo nieve y yo tenía el estómago dado la vuelta. Aún así me obligué a comer una lata ya que no había comido casi nada en todo el día y debía recobrar fuerzas. Lo único que conseguí es revolverme más el estómago así que decidí dar por terminado el día y me metí en el saco, acompañado de unos cuantos calambres en las piernas que me acompañaron durante un rato.
En cuanto a la noche… pues no fue de las peores pero no fue ninguna maravilla. El suelo inclinado, los bultos de la nieve y el agua que se condensaba por dentro de la tienda y que caía en la cara al sacudir la tienda el viento hizieron que más que dormir pegase cabezadas. Yo, porque Lara durmió bastante bien.
6:00 AM. El día empezaba a aclarar y no estábamos dispuestos a dejar pasar la oportunidad de ver la salida del sol desde prácticamente el lugar más alto de toda España, y con unas vistas inmejorables. Nos vestimos y recorrimos los escasos 20m que nos separaban de la cumbre. Allí esperamos al sol unos minutos con la cámara en una mano y con un zumo que hacía las veces de desayuno en la otra.
No se hizo esperar, a los pocos minutos el sol empezó a mostrar su cara y nos permitio ver un precioso amanecer con cientos de cumbres en penumbra a nuestros pies.
Tras el amanecer empezamos a recoger el campamento y cuando estábamos acabando empezó a aparecer gente en la cumbre. Era gente que había subido por el portillón superior y habían montado las tiendas en el collado de Coronas. Esto con un poco de madrugón les permitió estar sobre las 7 en la cumbre.
No nos hizímos derrogar mucho más. A las 7:15 estábamos bajando ya, pasando por el paso de Mahoma y de ahí dirección al collado de Coronas. La idea inicial era subir a Coronas y hacer toda la cresta (Coronas, pico del medio, punta Astorg y Maldito), pero yo no me atreví ya que por la mañana me había vuelto a dar algún amago de calambre y no me sentía con fuerzas, aunque por fin tenía el estómago al derecho y me encontraba mejor.
Así que enfilamos dirección portillón superior, ya relajados pensando en la bajada.
La bajada por el glaciar fue bonita y cómoda, excepto algún pequeño tramo. A las 9:45h estábamos cruzando el portillón, y sin pararnos enfilamos dirección refugio de la Renclusa.
Pero no, no acababa ahí todo porque la bajada resultó no parecerse en nada a la que hizímos en invierno el año pasado. En este caso resultó en unas 4-5 horas bajando por otra pedrera peor si cabe que por la que habíamos subido. Pedrera que terminó de destrozarnos las rodillas y los pies. Fue una bajada interminable.
Tras todas estas horas y una parada por medio para comer sobre las 10:30 de la mañana llegamos al refugio de la Renclusa a las 12:00h donde nos esperaban unos cuantos caballos.
Un poco más y a las 12:30 estábamos de nuevo en la Besurta en donde estaba el autobús con el motor en marcha a punto de marcharse. El autobús y el miedo a perderlo pesó más que las preciosas y jugosas jarras de cerveza que divisábamos en el chiringuito que había a escasos pasos nuestros y nos montamos en él. En 15 minutos estábamos en el coche quitándonos las torturosas botas y preparándonos para el viaje de vuelta a Madrid.
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